Coudet, un loco suelto en Rosario

Los jugadores de Platense bajan del micro y caminan por Saavedra de regreso a la concentración. El último en descender es el chofer, improvisado, que obliga al plantel a regresar caminando porque luego de transitar un par de cuadras, no sabe cómo doblar ni conducir en reversa.
Lo más curioso no es que el conductor no logre dominar el ómnibus, sino que horas más tarde, con el número ocho estampado en su espalda, ocupe la banda derecha del mediocampo del Calamar.
Eduardo Coudet es un tipo raro dentro del ambiente del fútbol, un loco dentro y fuera de una cancha. Así como quiso salir a “dar una vuelta” en el micro que trasladaba al plantel de Platense, también en el terreno de juego dio la nota varias veces, como en un duelo entre Rosario Central y Colón, cuando los hinchas del Sabalero le arrojaron un cigarrillo encendido, el Chacho se lo colocó en la boca y, fumando, realizó el saque de banda.
El Chacho nació en Capital Federal, y se formó en las divisiones inferiores de Platense, donde debutó en 1993, con 19 años. Tras dos años en el conjunto de Saavedra, y ya afianzado como titular, fue traspasado a Rosario Central, donde comenzaría una historia de amor única. La Copa Conmebol obtenida con el Canalla en el año de su llegada, y su particular forma de ser, atraparon a los hinchas de Central que poco a poco fueron enamorándose del mediocampista, así como también hicieron que el sentimiento fuera recíproco.
En esa primera etapa, fueron tres años viviendo en la ciudad del Che y Fontanarrosa, otros canallas de pura cepa. Luego pasó por San Lorenzo y River, ambos en dos oportunidades, aunque sin dudas su mejor versión se vio en el conjunto Millonario, con quien obtuvo los cinco títulos nacionales que figuran en sus estadísticas.
Llegar a un equipo grande, con tantos ojos posados sobre él, no fue ningún impedimento para sus locuras. Una noche, en una concentración en el Monumental, Esteban Fuertes y Horacio Ameli le quisieron hacer una broma y le arrojaron una bombita de agua creyendo que ahí concluiría todo, pero el Chacho no pensaba lo mismo, e ingresó a la habitación de sus agresores descargando un matafuegos encima de ellos.
Felizmente casado, el técnico de Central es padre de cuatro hijos, y quizás esa ampliación de su familia haya sido uno de los motivos que lo llevaron a abandonar el Fiat 147 y el Lotus descapotable que utilizaba para ir a las prácticas de River en Ezeiza.
Cuentan en Rosario que su esposa tenía fecha para un 17 de diciembre dar a luz a una de sus hijas, y Coudet, por ese entonces ya fanatizado con La Academia, pidió al médico que trasladara el parto para el 19 de ese mes, mismo día de la recordada palomita de Aldo Pedro Poy ante Newell’s en 1971, y del título obtenido por Central en la Conmebol ’95.
Extrovertido y con una personalidad muy particular, comenzó a teñirse el pelo en su primera etapa en San Lorenzo, porque su esposa estaba aburrida, y no dejó de hacerlo hasta el final de su carrera. El platinado fue su color predilecto, aunque el ‘diseño’ fue variando entre los reflejos y una cabellera íntegramente decolorada.
Pero no sólo Argentina disfrutó de este excéntrico futbolista, en 2002 fue traspasado de River al Celta de Vigo español, aunque las cosas no le salieron como esperaba.  Por eso regresó al conjunto de Núñez, para luego volver a Rosario Central y seguir aumentando su leyenda.
Pese a que tenía las llaves del club Canalla, decidió pasar sus últimos años de futbolista en el exterior, y con 33 años se fue a México, donde permaneció cuatro años entre los clubes San Luis y Necaxa.
En el Clausura 2010 tuvo un breve y olvidable paso por Colón, justo en el torneo que su Rosario Central perdió la categoría tras caer en la Promoción ante All Boys. Radicado en Santa Fe, estaba más cerca pero seguía tan lejos como antes, y nada pudo hacer para evitar el naufragio.
Tras sus cinco partidos en el equipo santafecino, Coudet viajó a Estados Unidos para formar parte del Philadelphia Union primero, y el Fort Lauderdale Strikers después, conjunto en el que optó por colgar sus botines, previo al nacimiento de su cuarto y último hijo.
Pablo Aimar, amigo y excompañero en River, admitió tras enfrentarse a Central en el último torneo, que sabía lo que podía dar Coudet desde el banco de suplentes, porque, pese a lo que muchos pensaran, él trabajó mucho para ello. El Payaso comentó que había recibido al Chacho tanto en Portugal como en Malasia, a donde había viajado -junto con otros países-, únicamente para prepararse y poder ser entrenador.
Su asunción como técnico de Central incluía tanta seguridad para la dirigencia por traer a un hombre de la casa, como riesgos para el propio Coudet por tirar por la borda gran parte del cariño logrado como jugador.
Ayer Boca derrotó a su equipo en la final de la Copa Argentina con un arbitraje que de polémico pasó a escandaloso, y Chacho, con motivos más que suficientes, expresó su enojo ante periodistas, camarógrafos, y cualquier persona que andaba por ahí.
Hoy, tras un año en el banco, el balance es más que positivo, pese a que seguramente mereció coronar el gran fútbol que demostró con alguno de los títulos que quedaron en manos del poderoso Boca Juniors.
Como líder de un grupo ya no hay lugar para sus locuras, sólo las declaraciones picantes que esboza cada tanto, recuerdan al personaje que enriquecía cualquier rueda de prensa.

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