El reencuentro de dos genios


Es muy fácil elogiar a un pequeño monstruo que anota 20 goles y da 13 asistencias en los 18 partidos que lleva jugados en 2015. Es simple, estadística pura que lo coloca en lo más alto del fútbol por estos días, y es que nadie puede refutar lo que esas cifras indican.
Nuevamente el mundo se rinde a sus pies, todos vuelven a hablar de él como si se tratara del mismísimo Dios. Gracias a actuaciones que parecen extraídas de los días del ‘Pep Team’, y volcadas en estos tiempos en los que las disputas dirigenciales llenan los diarios Catalanes, Lionel Messi vuelve a dejar sin palabras a cualquier especialista.
Hoy, casi tres años después, Pep Guardiola, el padre futbolístico del extraterrestre rosarino, se hizo presente en el Camp Nou para presenciar el encuentro entre Barcelona y Manchester City. El de Santpedor llegó cuando el partido ya había comenzado y disfrutó junto a su padre y a su gran amigo Manel Estiarte.
Gran nostalgia debe haber sentido el entrenador al llegar al estadio, acceder por los pasillos internos hasta su asiento de socio, y ver a los 92.551 espectadores que alguna vez fueron suyos. Guardiola dirigió en 247 partidos al Barça, con 179 victorias, 47 empates y 21 derrotas, cosechando además 14 títulos sobre 19 disputados. Sí, fueron suyos. Suyos y de un chico que siempre habló en la cancha, donde mejor sabe hacerlo.
El encuentro que disputó el 10 fue perfecto, sin sumar goles a su estadística, pero dejando pinceladas para terminar culminando una obra de arte al final de la jornada. Regates imprevisibles, tres caños que merecen una novela cada uno, y asistencias por doquier pese a que sólo Rakitic logró aprovechar una de ellas.
Finalizó la noche con elogios desde todos los sectores: Afición, entrenador, rivales, internautas, vendedores de bienes raíces, maestras jardineras, etc. Pero sin lugar a dudas los que más importan son los que Guardiola habrá derrochado en su cabeza durante y tras el encuentro, además de los gestos que no pudo contener ante cada genialidad del crack. Es que el mejor entrenador del mundo volvió a cruzarse con el mejor jugador del mundo, y si bien él nunca dirá si esta visita al Camp Nou trajo consigo ganas de volver a dirigir al club culé, lo que es seguro es que se ha ido del estadio con el brillo en sus ojos que solo Messi pudo, puede y podrá provocarle.

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